La lavanda necesita un poco más de cuidado que muchas plantas más resistentes, pero vale la pena hacer ese esfuerzo adicional. Además de sus delicadas flores de color púrpura claro, las plantas de lavanda producen una fragancia que llena todo tu jardín y se extiende por la calle. Estos beneficios no se limitan a los meses en que las flores están floreciendo:las flores de lavanda española son fantásticas adiciones a los arreglos de flores secas y funcionan bien como flores prensadas. Las flores de lavanda francesa conservan su aroma cuando se secan y son un complemento popular para popurrí y bolsitas para disfrutar a largo plazo.
Algunos jardineros recomiendan cultivar lavanda a partir de semillas para ayudar a las plantas a adaptarse a su entorno desde el momento en que germinan. Sin embargo, si prefiere evitar el trabajo adicional de lidiar con las plántulas, puede comprar arbustos ya crecidos y trasplantarlos a su jardín [fuente:Fregadero]. Las plantas de lavanda crecen hasta tres o cuatro pies de altura (0,9 a 1,2 metros) y tienden a crecer hacia afuera por lo menos tanto. La lavanda se puede considerar tanto anual como perenne, según el tipo y la ubicación específicos. Algunas variedades crecerán durante todo el año, especialmente en climas templados o cálidos, en cuyo caso la lavanda es una planta perenne. En lugares con inviernos más duros, puede ser necesario comenzar nuevas plantas después de que termine la estación fría, y esas plantas se consideran anuales [fuente:McCoy].
La lavanda también evita las plagas:el olor de la lavanda puede ser agradable para el olfato humano, pero muchos insectos lo evitan, lo que lo convierte en un repelente orgánico y natural. Los ciervos también tienden a mantenerse alejados de los arbustos de lavanda. Sin importar cómo mires (¡o huelas!) la lavanda, es una gran adición a tu jardín.